En una primera apreciación se percibe que por las calles de Benín circulan muchas motos pequeñas y muy pocos coches (y de los muy pocos, la inmensa mayoría están para el desguace). También de forma inmediata llama poderosamente la atención el asunto de la gasolina y las gasolineras. Las gasolineras oficiales, las de las multinacionales, las de toda la vida a las que estamos acostumbrados aquí, hay pocas y están vacías. Nadie, absolutamente nadie reposta en ninguna de ellas.
Mientras, por otro lado, se ven cientos de tenderetes en la calle con frascas y botellas de plástico llenas de gasolina. Obviamente en estos puestos callejeros clandestinos no hay garantía alguna acerca de la calidad del producto que allí se vende y, sin embargo, son las que la gente utiliza para llenar el depósito. En cuanto uno lleva dos días en Benín se da cuenta de que es gasolina de contrabando que se vende a precios mucho más baratos. La gasolina se pasa de estraperlo, de forma más o menos disimulada o de forma totalmente descarada desde Nigeria, país vecino que, además, es el primer productor de petróleo de África.
El tejemaneje es más que evidente y las autoridades no hacen nada por impedirlo. Es habitual ver motos circulando con treinta o cuarenta garrafas de gasolina apiladas con virtuosismo increíble para que el conductor pueda manejar el vehículo, pero también es relativamente frecuente ver pasar por la calle una scooter con depósitos gigantescos que dan a la motocicleta un aspecto extrañísimo. Son vehículos adaptados para el contrabando "legal" de gasolina. En momentos de "dificultad" se acercan a una gasolinera de Nigeria, llenan los depósitos y una moto que normalmente carga entre 5 y 10 litros vuelve "legalmente" a Benín con 100 litros de gasolina en el depósito.
Se sabe que hasta un 80% o más de todo el movimiento de gasolina en el país corresponde al sector informal. Esto, por un lado, supone una pérdida cuantiosa de ingresos para el Estado y por otro, aumenta seriamente los problemas sanitarios. En la lengua local esta gasolina se llama “kpayo” (gasolina sucia) porque no ha pasado ningún tipo de control, el transporte se realiza en bidones de cualquier tipo y suele estar adulterada con aceites de palma, de coco y otras sustancias tóxicas. Esto afecta directa y seriamente a los motores de coches y motocicletas, pero lo más grave es el incremento desmesurado de la polución que provoca. El aire al atardecer se hace totalmente irrespirable en el entorno de la franja costera y de las grandes ciudades del país, como Cotonou o Porto-Novo. Según el Departamento de Medio Ambiente, el coste sanitario derivado de las infecciones respiratorias en las ciudades es enorme, así como el de las intoxicaciones por plomo. Y habría que contabilizar todos los accidentes que se producen cada día a lo largo de todo el país y el peligro que supone la venta de gasolina al aire libre.
El número de surtidores oficiales es muy escaso en todo el país y casi nulo en las zonas del norte, donde las carreteras son malas y la llegada de suministros muy dificutosa e irregular, lo que supone otra razón añadida para que los conductores se decanten por la gasolina ilegal. Por si no fuese suficiente, la venta ambulante permite al conductor rellenar su depósito con cantidades ínfimas, como medio litro de gasolina e incluso menos (hay botellitas de fanta de un cuarto de litro), lo necesario para que muchas de las abundantes taxi-motos tengan combustible suficiente para llegar hasta su casa al terminar la jornada laboral y volver a la actividad a la mañana siguiente.
En los puestos callejeros el precio de la gasolina es aproximadamente la mitad que en las estaciones de servicio. La compraventa clandestina se ha extendido de tal manera que el Gobierno se considera incapaz de combatirla. Entre otras cosas, si lo hiciese, si se dedicase a perseguir la venta ilegal, dejaría sin medio de vida a miles de personas que ahora comercian con ella, y encarecería notablemente el precio de la gasolina, dificultando el comercio e impidiendo la adquisición de combustible a un gran número de personas que dependen de ella para sus actividades y para moverse por todo el país.
Del problema que ocasiona mantener el asunto de la gasolina en el punto que se encuentra son plenamente conscientes tanto el gobierno como los propios vendedores y ambas partes están de acuerdo en que es necesario caminar en la búsqueda de alguna solución. Tanto es así que los distribuidores de gasolina, a pesar de ser ilegales, se han agrupado para crear la AITRPP (Asociación de importadores, transportistas y vendedores de productos petroleros, según sus siglas en francés) y apoyan desde hace años la idea de reconvertirse en negocios legales aunque el tiempo pasa y el asunto sigue exactamente igual, según parece porque hay muchos intereses en que este negocio no sea nunca legalizado. Posiblemente el problema sea de complicada solución y la cruda realidad es que la gasolina ilegal, de contrabando y adulterada se sigue vendiendo impunemente de manera clandestina sin medidas de seguridad ni control alguno por parte del Estado, lo que tiene consecuencias muy negativas en la vida diaria de los benineses y por supuesto en las ya de por sí poco boyantes arcas públicas.