domingo, 23 de marzo de 2014

Ganvié, la Venecia africana

En Benín es posible encontrar todavía lugares especiales, envueltos en historias de persecuciones y creencias religiosas. Sin lugar a dudas, los poblados lacustres del lago Nokué, al sur del país, lo son y mucho. En los primeros años del siglo XVIII las tribus fon del reino de Abomey comenzaron a perseguir a otros pueblos por culpa del hambre. Este hostigamiento convirtió a los tofuni, una etnia poco belicosa, en una tribu errante en busca de la paz. Guiados por Agbogboe, su rey, los tofuni se refugieron aguas adentro en el lago Nokué, donde encontraron la seguridad que necesitaban, ya que las creencias religiosas de sus perseguidores, les prohibían entrar en el agua. Así surgieron los poblados lacustres y la leyenda de la tribu que aprendió a vivir sobre las aguas. Hoy, doscientos años después, aquel pueblo sigue teniendo su hogar sobre las 26.000 hectáreas de este lago. Ya no les persigue nadie pero ellos quieren seguir viviendo donde han vivido siempre, en el lago.

Entre los poblados lacustres de Nokué destaca especialmente Ganvié, aunque existen varios más. So-Tchanhoué, So-Zouko y So-Ava son los sonoros nombres que surgen de las aguas para bautizar estos poblados lacustres que albergan cerca de 40.000 personas. Las viviendas de estas gentes están construidas en un entramado de troncos montado sobre pilotes de madera que se clavan en el fondo del lago. Las paredes son de caña o de bambú y la mayor parte de los tejados de paja. Para los tofuni no existe otra forma de vida que no sea a bordo de las piraguas. Con el agua como referente y como compañera eterna. El agua es todo para ellos. En el agua está el mercado, la escuela, el centro de salud, las iglesias, el centro artesanal, los hoteles, las tiendas, todo. Incluso tienen su propio dios del lago, llamado Tohossou.

En todo momento, un buen número de embarcaciones faenan en las tareas de la pesca o se desplazan de un lado a otro por los caminos de agua. La mayoría lo hacen a remo. Algunos utilizan trapos grandes a modo de vela y unos pocos afortunados llevan motor. Aunque cada vez es más habitual la presencia de visitantes, todavía muchos de los ocupantes de las piraguas se tapan la cara con el sombrero o con las manos, bajan la cabeza o se esconden al verse enfocados por la cámara fotográfica. Algunos hacen signos de desaprobación y se enfadan.

Al acercarse al poblado, se aprecia cómo tras las ventanas sin cristales asoman las caras curiosas de los más pequeños. Un cartel en francés da la bienvenida a Ganvié. Entrar en este poblado es hacerlo en el mundo de las canoas. Todos los días, a la misma hora, las mujeres, vestidas con sus llamativos trajes de colores se dan cita en uno de los grandes canales. Es el grand marché, el gran mercado, el lugar donde se lleva a cabo el comercio cotidiano, la compraventa de todo lo necesario para sobrevivir. Se oye a algunas de ellas vocear su cargamento de tomates, de pescado frito, de jabón o de harina. No se echa de menos en ningún momento la tierra firme. Todo se maneja sobre el agua con la misma firmeza que si tuviesen los pies sobre la tierra.

Hay un par de hotelitos para pasar la noche en el lago. En ese caso se puede comprobar cómo lánguidas luces de petróleo hacen compañía a las que aún no han conseguido vender toda la mercancía. Poco a poco se deja de oír el ruido de los remos sobre la superficie del agua, mientras comienza a percibirse a través del aire melodías de ritmos afros desde algún móvil o procedentes de viejos transistores.

El lago Nokué les sirvió de refugio y fue su salvación hace doscientos años. Hoy ofrece a los tufoni el trabajo y el alimento que necesitan para vivir. Un sencillo pero ingenioso sistema de pesca ocupa buena parte del tiempo de los hombres. Con ramas clavadas en el lago montan un pequeño laberinto para los peces, que acuden atraídos en busca de alimento cuando las hojas se van pudriendo. Es cuestión de dejar pasar el tiempo, rodear el entramado con redes y quitar las ramas para hacerse con el preciado botín. Una visita a Ganvié resulta siempre curiosa y de gran interés.